¿Sería tu empresa capaz de pelar una patata?

Es facilísimo complicarlo todo. Lo difícil es mantener la sencillez.

La semana pasada mi hermano me pidió que le explicara el balance de nuestra empresa. Hace 7 años que se fundó Hola Coffee y ya era hora de saber interpretarlo. Con el afán de simplificarlo al máximo, decidí comparar el balance de la empresa con el de una persona: lo que aparenta, lo que realmente es, lo que tiene, lo que debe, si va a llegar a fin de mes…

Fuimos sumergiéndonos en materia hasta que sentí que había que echar el alto. Habíamos empezado a hablar más de contabilidad en abstracto que de la propia empresa. Y me di cuenta de una realidad espeluznante: es facilísimo complicarlo todo. Lo difícil es mantener la sencillez.

En Hola Coffee, por ejemplo, lo que hacemos es café: lo importamos, lo tostamos, lo servimos al cliente, lo cobramos y nos aseguramos de que la rueda siga girando. Podríamos complicarlo. Podríamos sofisticarlo. Pero así de fácil es

Mientras cocinaba, se me ocurrió un ejemplo que ilustra por qué tendemos a complicar hasta lo más sencillo

La tortilla imposible

Imagina una empresa de unos 20 trabajadores cuya estrategia a medio plazo pasa por preparar una gran tortilla de patatas

En muchas empresas que conozco, un plato tan simple y accesible se convertiría en tarea imposible por los siguientes motivos:

Caso #1: La patata es burocráticamente inaccesible

La rigidez burocrática en los procesos puede convertir una tarea como pelar una patata en una cadena infinita de autorizaciones. 

Un curso de prevención de riesgos laborales antes de usar el cuchillo, una guía de estilo sobre las proporciones perfectas en cuanto a redondez, color y peso del tubérculo; un email del Departamento de Producto, con asunto “Mandatory”, que te pide que rebanes la piel íntegra y de un solo corte. Luego una llamada de Recursos Humanos: para cumplir con la Responsabilidad Social Corporativa, recuerda depositar la piel en la compostadora. 

Al principio a todo el mundo le pareció buena idea la tortilla, pero ya nadie tiene ganas de prepararla. Lo peor no es que haya mil excusas para dejar de hacerla, lo peor es que todas son válidas. Así que cada uno vuelve a su mesa, tú respondes un par de emails, otro sale a fumar, la otra mira la hora, tú vuelves a refrescar la bandeja de correo. ¿Todavía son las once?

Caso #2: Los cuchillos se usan más para pelear que para pelar

Una empresa está compuesta por humanos, y a menudo no somos tan sencillos como creemos ser. Por ejemplo, en una empresa hotelera, una disputa entre marketing y ventas puede tener más interés que preocuparse por la experiencia del cliente. En otras palabras, si el encargado de picar cebolla y el pela-patatas freelance que contratasteis se están lanzando cuchillos, es fácil caer en el drama y convertir el espacio de trabajo en una versión grisácea de Sálvame Deluxe

A menudo las discusiones de trabajo ni siquiera tratan de la mejor manera de preparar una tortilla. Al contrario, tratan de rencillas personales: te dije que me pusieras en copia en todo lo relativo a la compra-venta de sartenes, le dije al proveedor de aceite de oliva que me envíe garrafas y no botellas, etc. Lo que hay detrás es un cierto egoísmo: en lugar de luchar con el otro para tener razón, debemos luchar con nosotros mismos para llegar a una solución

Caso #3: Las sartenes se usan para jugar a tenis

Es más fácil pasar la mañana dando raquetazos entre Gmail, WhatsApp y Slack que preocuparse por el medio-largo plazo y establecer tareas en torno a una estrategia. Cuando abrazas esta manera de trabajar, los problemas llegan solos y es reconfortante sentir que los vas solucionando a sartenazo limpio. En cambio, poner la sartén en el fogón y preparar el fuego es más difícil. Trazar el futuro en el calendario de la semana requiere una hoja de ruta, y pocas empresas y personas la tienen. 

Caso #4: Todas las capas de la cebolla se han podrido

Igual que cualquier tubérculo, el inmovilismo y el tiempo también puede pudrir a las personas. 

Cuando el personal está desmotivado, es normal que nadie tenga ganas de pelar una patata o picar una cebolla. Es más, a menudo se crea una complicidad para escurrir el bulto de forma colectiva, y cada uno empieza a pensar más en sí mismo que en la estrategia o en los compañeros. Hay muchos motivos para que un grupo de humanos lleguen a esta situación: quizá les pagan poco, quizá les pagan lo mismo hagan lo que hagan; quizá tengan poco trabajo, quizá tengan demasiadas tareas pendientes… 

Pero la madre de todas las razones suele ser esta dupla mortal: por un lado, el proyecto les da igual; por el otro, les pagan por su tiempo, no por su trabajo. 

Algunos empresarios zanjarían el asunto tachando a todos sus trabajadores de vagos. En lugar de eso, deberían estar pensado por qué en su empresa está normalizado trabajar en proyectos que a nadie le importan lo más mínimo. Poquísimos puestos de trabajo requieren estar sentado 8 horas en una oficina. Aun así, seguimos viendo el rendimiento por cumplimiento horario y no por resultados. 

Algunas soluciones

En lugar de pasar todo el día cerrando pequeñas tareas, debemos esforzarnos en reservar tiempo para establecer un sentido, una dirección. Y después avanzar hacia allí. Si las pequeñas tareas son tantas que nos impiden trabajar en nada más, eso significa que esas tareas están restando mucho más de lo que suman. Debemos delegarlas o, en muchos casos, dejarlas de hacer

Aplicar una estrategia empresarial debería ser tan simple como preparar una tortilla. Y, sin embargo, hay muchas cosas que pueden salir mal. Ahí van algunas ideas para dejar de complicar lo que debería ser sencillo:

  • Si puedes elegir, trabaja en proyectos que te importen.

  • Dedica tiempo a la estrategia. Al final del día, pregúntate cuánta parte de tu trabajo ha servido para avanzar hacia un objetivo claro. 

  • Prioriza cumplir unos objetivos antes que cumplir unas horas. Acostúmbrate a rendir cuentas contigo mismo antes que con los demás.

  • Cuando discutas con un miembro del equipo, sacrifica el orgullo en favor del proyecto.

Si algo es simple, no lo compliques.

Si has llegado hasta aquí, gracias por leer.

Soy Eduardo Caballero, en 2020 fundé la consultora Better Than Yesterday con el objetivo de ayudar al máximo de gente posible a tener el control de su proyecto y hacerlo realidad.

Buena semana.