Quédate con quien te lo sepa explicar

Cómo enfrentarse a la jerga empresarial y administrativa sin perder la ilusión por el camino

EBITDA, apalancamiento, alto impacto, *bostezo*, Certificado de Retenciones e Ingresos a cuenta del *bostezo* Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, Modelo 130, *picor en los ojos, cabeceo*, traccionar, iterar, cultura organizacional, *sueño profundo*. Y luego, silencio. Anota la hora de defunción y apaga la luz.

Vivimos rodeados de argots. Y, de todos los argots que existen, la jerga empresarial y administrativa compiten en la liga de los más soporíferos, los más capacitados para matar todo atisbo de ilusión y creatividad. 

Por un lado, hay quien siente que se pierde algo si no sabe lo que es una Propuesta de Alto Impacto™, como si el dominio de estas palabras le diera acceso a un círculo exclusivo de gente que sabe what’s going on

Por otro lado, toda relación con el Estado implica enfrentarse a conceptos como factura recapitulativa o Reglamento SEPA, palabras que le dan a uno ganas de darse una ducha fría solo para recordar que sigue vivo. 

Hoy me pregunto: ¿deben los fundadores de un proyecto conocer el argot de moda y la palabrería burocrática? ¿Cuál es la mejor manera de acercarnos a la realidad de una empresa? 

En su origen, el lenguaje es una manera de poner orden en el mundo. Sin él no podríamos separar unos objetos de otros, distinguir un avión de un paraguas o un patinete eléctrico de un perro. Sin lenguaje, los seres y objetos simplemente se deslizarían ante nosotros como un monstruo caótico y multiforme. 

A la vez, podemos considerar que todo lenguaje es un artificio, puesto que no hay nada en un golden retriever ni en un caniche que nos recuerde a la palabra perro. Es decir, la palabra y la cosa son dos entes totalmente distintos. 

A principios del Siglo XX, Hugo Von Hofmannsthal ya expresó su frustración por lo inútil que resulta tratar de condensar la complejidad de la realidad en palabras con su ensayo Una carta:

Mi caso es, en resumen, el siguiente: he perdido por completo la capacidad de pensar o hablar coherentemente sobre ninguna cosa. (...) ¿Cómo tratar de describir esos extraños tormentos del espíritu, ese brusco retirarse de las ramas cargadas de frutos que cuelgan sobre mis manos extendidas, ese retroceder ante el agua murmurante que fluye en mis labios sedientos? 

Hugo Von Hofmannsthal — Una carta

Hofmannsthal dejó de escribir poesía ese mismo año y yo, confieso, también me quedo mudo cuando veo a algunos asesores basar el 100% de su argumentación en términos como ROI, KPIs o ETF. 

Ha pasado más de un siglo y el ser humano ha evolucionado. Hasta el punto en que podemos utilizar una sola palabra para resumir realidades hipercomplejas. Por ejemplo, en psicología se utilizan las palabras tóxico o bipolar para resumir actitudes que son a la vez patologías que son, a la vez, fruto de cientos de interacciones de un ser humano con su entorno. 

De la misma forma, la realidad económica es mucho más compleja que un perro o un avión, porque es invisible a los ojos y se sustenta en cálculos, predicciones, ideas; a veces en una montaña de burocracia, que a su vez está formada por capas y más capas de relaciones humanas. Una cadena lingüística entre perfiles especializados que cada vez resulta más incomprensible para quien se descuelga por el camino. 

La Jerga Oficial de la administración convive con los Flamantes Nuevos Argots, que nacen a merced de las modas. Como cuando en el patio del colegio se populariza una palabra, quienes basan su modelo de negocio en el marketing también cacarean términos como mercado alcista o apetito de riesgo

Estas elecciones lingüísticas son intencionadas y sirven, igual que en el recreo, para levantar barreras de entrada a ciertos círculos. Es decir, para promover todo lo contrario al entendimiento. Se supone que el lenguaje sirve para comprender mejor una realidad compleja, pero el abuso de términos burocráticos y de la jerga de moda consigue la increíble proeza de complicarla aún más. 

Entonces, ¿cómo podemos mantenernos despiertos? ¿Cómo conservar la creatividad mientras nadamos en un mar de verbos hostiles?

En primer lugar, igual que no hay nada en un mastín que nos recuerde a la palabra perro, debemos recordar que las finanzas no son la realidad: solo son una manera de aproximarnos a ella. Por eso, el lenguaje financiero debería servir para simplificar las cosas, no para complicarlas más. 

Para mantener una estrategia coherente, los fundadores necesitan comprender mínimamente cada una de las partes del proyecto y tener una idea clara de la realidad de la empresa. El buen asesor —igual que el buen gestor y el buen psicólogo— conseguirá convertir una situación compleja en algo comprensible para los demás. Los KPIs le serán útiles como herramienta de medida, pero deberá ser capaz de comunicar sus conclusiones si quiere que los KPIs sirvan para algo. 

La comprensión integral de una empresa no es una tarea sencilla. Requiere de diferentes perfiles que conozcan bien cada una de las partes y que además sepan comunicarlas y proponer acciones. En otras palabras, no importa que el director financiero entienda la realidad económica de la empresa a la perfección si el fundador no entiende al director financiero cuando habla. 

Para tomar decisiones estratégicas debemos ser capaces de comunicarnos. Y, para comunicar realidades complejas, lo mejor es rodearnos de profesionales que abracen la sencillez. Un asesor fiscal que hable nuestro idioma, un director financiero que levante la cabeza del excel y una consultora que tenga los pies en la tierra. Solo así podremos poner el lenguaje a nuestro servicio en lugar de vivir a merced de las modas y a pesar de la burocracia. 

Las palabras deben arrojar luz, inspirar y llamar a la acción. Para todo lo demás, es mejor guardar silencio. 

Gracias por leer. Soy Eduardo Caballero y en 2020 fundé la consultora Better Than Yesterday con el objetivo de ayudar al máximo de gente posible a crecer y a hacer realidad sus proyectos.