La diferencia entre reaccionar y responder

Reaccionar nos esclaviza, responder nos hace libres


Nos pasamos el día reaccionando

Es imposible no reaccionar. La reacción es una prueba inequívoca de que estamos vivos. De que tenemos ojos, oído y corazón. 

También nos encanta ver a otras personas reaccionar, y el algoritmo lo sabe. 

La reacción viene siendo el formato de moda en YouTube: “¡Mi reacción a la caída de Goldman Sachs y el estallido de la crisis financiera!”. 

En Twitter, casi todo lo que ves son reacciones furibundas a reacciones de otras personas: “¡Ahora dilo sin cagarte encima, idiota!”. 

Cuando un amigo nos envía algo gracioso reaccionamos con un jajaja. La cultura effortless nos anima a comentar lo primero que se nos pasa por la cabeza y los vídeo-reels están pensados para que puedas reaccionar con un like en menos de 7 segundos. 

Las reacciones, en sí mismas, no tienen nada de malo. Al contrario, son muy necesarias para relacionarnos. Es imposible fingir una carcajada sin que se note, y está bien que sea así. 

El problema viene cuando la inmediatez contagia nuestro proyecto vital o profesional. Cuando aplicamos la reacción a algo que requiere calma, foco y estrategia

Cuando se trata de tomar decisiones, de liderar un grupo de personas, de saber lo que queremos e ir a buscarlo, debemos ir más allá.

Debemos ser capaces de responder

¿Por qué usamos la reacción como respuesta?

Puede que tengamos tantas tareas encima de la mesa que priorizamos quitárnoslas de encima sin pensar. 

Quizá estamos demasiado acostumbrados a recibir respuestas inmediatas. Tanto, que creemos que cerrar el día sin responder un mensaje es una falta de respeto. 

En ocasiones, tenemos reacciones negativas cuando alguien no trabaja como esperábamos. Entonces focalizamos la ira en esa persona y olvidamos una parte importante del conflicto: nosotros. Nuestra forma de ver el mundo, nuestras expectativas. 

Usar la reacción cuando deberíamos articular una respuesta es un mal negocio. En primer lugar, porque no suele servir para avanzar hacia ningún lugar. Si lo piensas, pocos edificios se han levantado de forma involuntaria o irracional. 

Pero, sobre todo, la reacción emocional nos vuelve incapaces de comprender a los demás

Ese es el gran peligro de vivir reaccionando: nos enrocamos en nuestra visión del mundo y podemos convertirnos en rehenes de ella. 

Reaccionar nos esclaviza

Si lo piensas bien, las reacciones negativas, como la ira hacia la incompetencia de alguien, no tienen tanto que ver con un problema real como con nuestra manera de percibirlo

La prueba de ello es que las personas que viven reaccionando necesitan crear un relato en el que siempre son víctimas de una injusticia. 

Normalmente, estas personas tienen otros factores que les obligan a crear este relato. Por ejemplo, una frustración general en el trabajo que no saben cómo solucionar. 

Los reaccionarios crónicos no observan el problema en su conjunto, solo la parte del problema que les molesta en cada momento. 

La mayoría de reacciones negativas tienen que ver con no hacernos responsables de nuestra estrategia. O con no tenerla. 

Podría pensarse que las reacciones nos hacen libres porque son espontáneas. Pero es al revés: vivir reaccionando nos hace esclavos de las circunstancias

Por eso, debemos desarrollar la capacidad de procesar y dar respuesta a las cosas que nos sorprenden o que nos molestan. Si lo conseguimos, tendremos un verdadero tesoro

Responder nos hace libres

Responder implica hacernos responsables. De nuestro trabajo, de nuestras relaciones y de nuestra vida en general. 

Implica detenerse, analizar la situación y ordenar las emociones. Observar la posición de los demás y entender la nuestra. Y, después de todo eso, actuar. 

Responder también nos ayuda a asumir nuestra participación en un conflicto sin echarle toda la culpa a los demás. Y a solucionarlo desde la serenidad.

La capacidad para responsabilizarnos nos da pleno control de los éxitos o fracasos de nuestra estrategia vital. Nos recuerda qué queremos conseguir y cómo podemos obtenerlo. Y nos permite avanzar de manera consciente en una dirección. 

Podría pensarse en la responsabilidad como algo negativo. Parece que, cuando tenemos responsabilidades, estamos atados a una serie de obligaciones. 

Pero es al revés: la capacidad para responder a todo lo que nos pasa nos da el control de nuestra propia vida. Curiosamente, la responsabilidad nos hace más libres.

Gracias por leer. Soy Eduardo Caballero y en 2020 fundé la consultora Better Than Yesterday con el objetivo de ayudar al máximo de gente posible a crecer y a hacer realidad sus proyectos