Aplica el liderazgo en tu día a día

El liderazgo es esencial en lo personal y en lo profesional. ¿Por qué cada vez lideramos menos y qué podemos hacer al respecto?

Hace unos días, me vi obligado a leer el siguiente intercambio de mensajes en un chat grupal donde se organizaba una barbacoa:

Invitado: ¿Qué compro mañana? ¿Qué hace falta?

Anfitrión: Alguien debería traer carne o algo, de momento solo tenemos el postre.

Invitado: ¿Pan, salchichas, hamburguesas?

Anfitrión: Ok

Invitado: Concreta, por favor.

Anfitrión: No sé, lo que quieras. Todos traerán algo.

Invitado: ¿Pan?

Anfitrión: El pan nunca viene mal. 

Invitado: Ok 

Como puedes ver, esta conversación podría alargarse hasta el infinito. Las decisiones llegan como por accidente, cuando ya resulta insostenible seguir dudando. El anfitrión ha expresado que falta carne para la brasa, pero lo ha hecho en forma de queja y no de propuesta. El invitado no se ha dado por enterado y se presentará con una barra de pan bajo el brazo. Y yo creo que esta vez comeré en casa. 

Por tonto que parezca, la falta de liderazgo es un mal endémico de nuestra época que puede lastrar el avance de una empresa igual que lastra a un grupo de amigos. La capacidad para liderar —a todos los niveles, no solo en puestos de responsabilidad—, es esencial para el buen funcionamiento de un proyecto. Nos permite hacernos responsables de nuestras decisiones, trascender lo que se espera de nosotros y avanzar hacia un objetivo. 

Hoy vamos a ver por qué cada vez lideramos menos, qué podemos hacer al respecto y qué significa ser un buen líder. 

Síntomas de falta de liderazgo

Entendemos por liderar la capacidad para proponer más de lo que pedimos, para abrir caminos que sirvan para llegar a un lugar y comprometernos a recorrerlos de principio a fin. 

Tanto en las relaciones de pareja como en los grupos de amigos es habitual ver cómo una de las partes delega toda la responsabilidad de la toma de decisiones en la otra. La pregunta “¿Haces algo hoy?” y la respuesta “No sé, lo que tú quieras” son ejemplos de ello. 

En lo profesional, la falta de liderazgo se traduce en emails que no sirven para avanzar hacia ningún lugar o en proyectos enteros estancados, precisamente porque se espera que baje Dios y tome una decisión. También a la hora de buscar empleo, estamos más acostumbrados a solicitar trabajo que a proponerlo. 

¿Por qué cada vez nos cuesta más liderar? Una respuesta rápida puede ser que un exceso de proyectos, mezclado con la sensación de que las opciones vitales son infinitas, nos lleva a una pérdida de propósito. Otros motivos pueden ser el acomodamiento a puestos con funciones muy específicas; pero también la inseguridad, el miedo a que nuestras propuestas sean rechazadas o que se perciban como una amenaza. En realidad, los demás están deseando que tomemos la iniciativa. En cuanto lo hagamos, nos lo agradecerán. 

Liderar para vivir con un fin

Tanto en lo personal como en lo profesional, liderar es la opción más generosa. Es dar más de lo que pides, descargar a los demás de responsabilidad y cargarla sobre nuestros hombros. Liderar es servir a los demás más que a nosotros mismos. 

Tendemos a ver el liderazgo personificado en la figura de un CEO que se pasa el día abriendo puertas, pero liderar también es saber decir que no. El buen líder no dice que sí a todo, dice sí a una estrategia y rechaza muchas otras. Debe ser capaz de resistirse a propuestas suculentas que se alejan de sus objetivos, ha de ser consciente de los recursos disponibles y, también, saber liderar una retirada a tiempo cuando la situación lo pide. 

Además, el mejor liderazgo no es necesariamente unipersonal. Cuando trabajamos en equipo, el liderazgo que nos permite avanzar es aquel en el que cada uno se responsabiliza de lo que mejor sabe hacer. Es decir, un liderazgo colectivo. Para ello es necesario que cada miembro del grupo entienda su propósito dentro del proyecto, pero también que sea capaz de ver más allá de él. En otras palabras, encontramos la motivación para liderar una senda cuando sabemos que al final del camino nos espera algo mejor, como mínimo distinto, pero nunca la casilla de salida. Muchos empleados carecen de motivación para liderar precisamente por eso: saben que, lo hagan o no, su situación laboral no cambiará. Es responsabilidad de sus líderes cambiar esta sensación. 

Nuestros días tienen un principio y un final. Podemos llenarlos de todas las tareas que queramos, pero de vez en cuando debemos preguntarnos cuál es el propósito de todas ellas. ¿Nos sirven para avanzar hacia algún lugar? ¿Tenemos claro hacia dónde queremos crecer? Si somos capaces de liderar los proyectos que caben en una jornada, en un trimestre o en un año, sentiremos que nuestros días no solo tienen un final, también tienen un fin. 

Gracias por leer. Soy Eduardo Caballero y en 2020 fundé la consultora Better Than Yesterday con el objetivo de ayudar al máximo de gente posible a crecer y a hacer realidad sus proyectos.